Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

martes, 16 de octubre de 2012

FRACTALES



La Ley de los Fractales, quinta ley del caos, es una invitación a admirar el arte espontáneo de la naturaleza, los dibujos que forman la materia y todas las criaturas vivientes, y maravillarnos encontrando sus semejanzas entre sí y con nosotros mismos.

La estética fractal nos anima a encontrar las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con el cosmos en lugar de concentrarnos en las diferencias. La ley cultiva un sentimiento de solidaridad con toda la creación, y nos anima a “sentirnos en casa dentro del universo”, explorando las ricas ambigüedades de las conexiones metafóricas entre nosotros y el mundo, en lugar de permanecer anclados en las abstracciones que nos separan de él.

Somos formas surgidas de la naturaleza. En las primeras semanas después de la concepción, un feto pasa sucesivamente por diferentes etapas en las que asume formas que recuerdan a un pescado, a los anfibios y a otros mamíferos, lo que le supone atravesar por una microhistoria de la evolución hasta que encuentra su propia forma y su propio rostro.

La Ley de los Fractales habla de cómo surgen estas formas, y las infinitas y variadas figuras que pueblan nuestro mundo.
¿Qué son los fractales? Son modelos que vemos por todas partes. Las hojas de un árbol, cada rostro humano y los vasos capilares son fractales naturales. Son los modelos recurrentes e incesantes de la naturaleza, las formas repetitivas que crea la erosión del agua contra las rocas, las nubes en el cielo y el diseño único y efímero de un copo de nieve.

Fractal es el nombre científico de estos “dibujos”. El nombre fue acuñado por el matemático Benoit Mandelbrot, y tiene amplio uso en la teoría del caos para designar a las huellas, marcas y formas creadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos. Las imágenes que ilustran esta página son fractales matemáticos creados por ordenador a través de un logaritmo. Su detallada complejidad se produce a partir de una regla matemática simple: cada dibujo es producido por la repetición de la misma operación, y el resultado del primer ciclo es el valor inicial del siguiente. Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos de indescriptible belleza y variaciones interminables, y que contienen una característica importante de los fractales: la autosemejanza. Si miramos detenidamente, ciertos patrones se repiten, a mayor y a menor escala.

La autosemejanza es una característica de las formas de la naturaleza: un árbol produce formas autosemejantes en su tronco, que se bifurca en ramas y que se bifurca a su vez en ramitas más pequeñas. Cada ramita contiene hojas, que a su vez repiten el modelo dendrítico de las venas. En los fractales de la naturaleza, lo que es auto semejante se halla mezclado con lo que es diferente, de manera que se constituye en un desafío a la descripción. Como todo ser viviente, el árbol repite patrones autosemejantes que lo identifican como miembro de una especie, y a la vez tiene factores únicos y exclusivos que lo identifican como un individuo singular.

La autosemejanza es la que provoca que los hijos se parezcan a los padres, y que la mirada de los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus parientes biológicos más cercanos. La naturaleza crea variantes y formas diferentes a partir de la repetición creativa de patrones anteriormente existentes.

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